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Defraudar. Este cuento corto está basado en el efecto emotivo en una persona de mediana edad de una experiencia en la cual es tratado en una forma que el considera injusta. El cuento ocurre en un pais latinoamericano y no es una traducción del cuento en ingles, aunque si trata el mismo tema en un ambiente distinto.
DEFRAUDAR
Los estudiantes habían terminado su día de clases y se dirigían con prisa a los autobuses
que los llevarían de regreso a sus hogares. El autobús que viajaba hasta Linares estaba casi
lleno a capacidad, unos cuarenta estudiantes cuyas edades fluctuaban desde los 6 hasta los
18 años hacían diariamente el viaje que tomaba unos cuarenta y cinco minutos. Era el mes
de mayo y con la cercanía del verano se generaba un calor que incomodaba a todos. En él
viaje de la tarde los estudiantes son más inquietos que en el viaje de la mañana.
Carlos, el conductor del autobús, se complacía en su trabajo y se preocupaba por cumplir
su deber a capacidad. Como chofer era muy obediente de todas las reglas de seguridad dentro
y fuera de la guagua. Como persona responsable de la conducta de los estudiantes se
comportaba con corrección y cordialidad.
En aquellos tiempos se estaban realizando trabajos para añadir dos carriles de rodaje a la
carretera numero 49. Las obras de construcción obligaban a los conductores a reducir la
velocidad de sus vehículos y se creaba una gran aglomeración de automóviles que avanzaban
muy lentamente. Para obtener la más mínima ventaja los conductores hacían toda clase de
peripecias. Adelantaban usando el carril para paradas de emergencias, se cruzaban frente
a autos en movimiento, pasaban invadiendo el carril en que se transitaba en dirección
contraria, etc. etc.. El intenso calor y la falta de calma y control personal hacía que los
conductores propiciaran situaciones donde se podían producir accidentes y donde se producían
faltas de respeto e insultos con alguna frecuencia.
El autobús escolar se acercaba al sector conocido como “El trampolín”. En este sector la
compañía constructora estaba demoliendo un monte rocoso mediante denotación de dinamita.
En esta área el movimiento de vehículos era especialmente lento. Subiendo un tramo de cuesta
había una reducción de dos carriles a un carril. El autobús viajaba por el carril derecho
acercándose a la barrera de muros de concreto que la compañía constructora había colocado para
obligar a los conductores a efectuar la reducción de carril. Algunos conductores, muy atrevidos
y temerarios, rebasaban por el lado derecho entre el muro de concreto y el vehículo al cual
se rebasaba. Cuando el autobús ya llegaba al lugar donde se completaba la reducción de carril
un auto avanzó a velocidad por el lado derecho e intentó pasarle. Carlos se percató del auto que
avanzaba y retiró el pie del acelerador pero no podía evadir el auto moviendo el autobús hacia
la izquierda debido a que había vehículos muy cercanos en ese lado. El auto color blanco,
Chevrolet golpeó el autobús en el extremo delantero derecho causando daños moderados.
El Chevrolet sufrió daños mínimos.
Ambos conductores detuvieron sus vehículos. El ruido del impacto había asustado a los
estudiantes más jóvenes y activado a los mayores que vociferaban improperios al conductor
del Chevrolet. Luego de pedir, y conseguir, orden entre los estudiantes, Carlos verificó
que ninguno de los estudiantes había sido golpeado. El conductor del auto ya estaba
examinando los daños sufridos por ambos vehículos. Mientras tanto la aglomeración de autos
era enorme debido a que es conveniente para los conductores que al llegar la Policía vea los
vehículos como quedaran al momento del choque. Esto causaba una mayor interrupción
al movimiento de vehículos. El conductor del automóvil blanco lucía muy preocupado,
luego de haber verificado los daños sufridos por ambos vehículos se dirigió hacia Carlos.
“Yo me llamo Arturo Rivera. Creo que esto lo podemos arreglar entre nosotros y el policía
sin tener que ir a juicio, no te preocupes.”
“Me llamo Carlos González, yo creo que si tu te haces responsable por la reparación de los
daños al autobús podemos transar con el policía.”
“La compañía dueña del autobús tiene un seguro que cubre esos daños, verdad”, replicó
Arturo.
“El seguro paga si el chofer del autobús es culpable del accidente,”dijo Carlos; “si no lo es
al chofer del otro vehículo le corresponde pagar.”
“No te preocupes, ya la policía se acerca,” dijo Arturo.
El carro patrulla, color negro con líneas blancas, se acercaba por el carril que viajaba en
sentido contrario al carril donde ocurrió el accidente. Al llegar a los vehículos accidentados,
se estaciona fuera del pavimento y se bajan dos oficiales uniformados. Uno de ellos trae
una libreta en sus manos. El otro oficial hace señal de alto a los vehículos para que les
permitan cruzar la carretera. El oficial que trae la libreta es Ángel Pérez, hombre alto, trigueño,
de unos cincuenta años de edad y con veintiocho años de servicio en la Policía. El Policía
Pérez es una persona afable y comunicativa. Su compañero, Rafael Morales, es un joven
de veinticuatro años de edad, estatura mediana, blanco y mas bien delgado, quien tiene tres
años de servicio en la Policía.
El Policía Morales procede a dar instrucciones a los conductores, que están casi detenidos
debido a los vehículos accidentados, para aligerar el movimiento y así disminuir la enorme
aglomeración que se había formado. El policía Pérez va hacía el autobús y el Chevrolet, observa
la posición de ambos vehículos y los daños sufridos por cada uno. Al llegar el policía los
estudiantes lanzan varios gritos:
“Mira policía, ese tipo se quiso meter a la cañona y nos chocó el autobús.”
“Policía avanza, que estamos tarde y nos perdemos la novela de las cinco.” Carlos le llama
la atención a los jóvenes, “callense y dejen al policía hacer su trabajo tranquilo,” les dice.
El policía Pérez pregunta”: quiénes son los conductores de estos vehículos?”
“Arturo Rivera, para servirle señor oficial.”
“Yo soy Carlos González, el chofer del autobús.”
“Muy bien, ya yo he observado los vehículos así que procedan a llevarlos a aquella área para
que los carros se puedan mover con mayor rapidez.”
Enseguida señor policía,” dijo Arturo.
“Si señor,” dijo Carlos, y ambos procedieron hacía sus vehículos.
Unos cien metros mas adelante había un área ancha donde la compañía constructora colocaba
los compresores, grúas y otros equipos de construcción. El autobús y el carro se movieron y
se estacionaron en ese lugar dejando libre el carril de rodaje.
Una vez restablecido el flujo de vehículos, el policía Morales pone en marcha el auto
patrulla, recoge a su compañero Pérez y se estacionan junto a donde se habían colocado los
vehículos que habían chocado.
“Hagan el favor de mostrarme sus licencias de conductores y las licencias de sus vehículos.”
les dice el policía Pérez.
Arturo y Carlos ya tenían listos los documentos que les fueron requeridos y los presentaron de
inmediato.
“Señor González, el autobús escolar que usted guía es propiedad de López Transportation
Company.” dice el policía Pérez.
“Si, señor”, responde Carlos.
“Es usted empleado de esta compañía?” pregunta el policía Pérez a Carlos.
“Sí señor,”
“¿Cuál es la compañía que asegura los vehículos de su empresa? pregunta el policía.
“Bueno, el año pasado era “Seguros Carrión” pero para mayor seguridad habría que preguntarle
al señor Jacobo López, contesta Carlos.
“Señor Rivera”, dice Pérez.
“Si señor”.
“Usted trató de pasarle a la guagua escolar por el lado derecho, que en este caso es ilegal.”
“Si señor policía, pero fíjese usted el tremendo tapón en que estábamos. Si el autobús hubiera
reducido la velocidad un poco, yo paso. Ya ve usted que mi carro casi no sufrió daño alguno.”
respondió Arturo.
“¿Usted está dispuesto ha hacerse responsable por los daños sufridos por la guagua?” le dice él
policía Pérez a Rivera.
“Bueno, responde Arturo, yo estoy en mala situación económica y los dueños del autobús
tienen que tener un seguro que cubre situaciones como ésta. Si usted está de acuerdo yo arreglo
lo mio y que el seguro arregle lo de él.”
“Mire policía, dijo Carlos, al irse reduciendo la carretera a un carril muchos carros le pasaban
al autobús por ambos lados, izquierda y derecha. El Chevrolet trató de pasar por donde no
cabía debido a lo cerca que estaba del muro de cemento que le cerraba el paso. Aunque yo
reduje la velocidad no me podía tirar a la izquierda por temor a chocar los carros que me
pasaban por ese lado los cuales estaban muy cerca. Yo entiendo que el responsable del
accidente fue él y debe responder por los daños.”
“Muy bien, como ustedes no están de acuerdo yo voy a someter el caso para una vista ante el
Juez el día 24 de junio a la 1:00 PM.”
Pasaron varios días y Arturo Rivera pensó que debía hacer algo para evitar tener que pagar
la reparación de los daños sufridos por la guagua. Se acordó que su primo Miguel era policía
en la División de Transito,. Llamó a Miguel a su casa y le dijo:
“Primo Miguel, te habla Arturo Rivera.”
“Que sorpresa, dijo Miguel, como están Tía Marta, tu esposa y tus hijos.”
“Gracias a Dios, estamos bien. Muchos saludos a tu familia también.”
“Gracias, dijo Miguel, y en que forma te puedo ayudar.”
“Pues mira Miguel, hace unos días yo tuve un accidente en la carretera 49, Sector El Trampolín,
en Laguna. Traté de pasarle a un autobús escolar y le dí un pequeño golpe. Como tu sabes
las piezas de autobuses son muy caras y aunque el golpe es pequeño me puede salir en más de
doscientos dólares. En estos meses las ventas en donde yo trabajo están flojas y mis comisiones
apenas me dan para las deudas y las necesidades básicas. Yo quería pedirte que hablaras con él
policía Ángel Pérez para ver si podemos conseguir que el juez nos declare a los dos choferes
responsables del accidente y que cada cual arregle su propio vehículo.”
“Bueno primo, yo conozco a Ángel Pérez pero no tengo mucha amistad con él. Yo puedo decirle
algo y el día de la vista tu llegas temprano y hablas con el antes que el juez llamé el caso.”
“Está bien Miguel y muchas gracias.”
“Saludos a todos y en especial a Tía Marta,” respondió Miguel.
“Son muy apreciados, hasta luego.”
Luego de hablar con Miguel, Arturo se sintió mas tranquilo.
Mientras tanto Carlos le había informado a su supervisor, Luis López, lo del accidente y al
mostrarle el daño sufrido por la guagua Luis le dijo:
“Carlos, este golpe le va a salir a la compañía entre ciento cincuenta y doscientos dólares. Él
seguro no va a cubrir el gasto por que es menor de quinientos, que es el deducible.”
“Pero Luis, el chofer del Chevrolet fue culpable y debe pagar,”dijo Carlos.
“Mira Carlos, tu debieras saber mas que eso, en estos casos donde es un accidente pequeño
y no hubo heridos, los policías y los jueces favorecen al chofer privado en perjuicio de una
empresa comercial como nosotros.”
“Entonces Don Jacobo me va a cobrar la reparación a mí,” dijo Carlos.
“No te precipites” dijo Luis, “vamos a esperar a ver que pasa. Consíquete dos estimados de
reparación en talleres de hojalatería cerca de aquí y con eso iremos a la vista”.
Llegó el día en que se vería el caso del accidente ante el juez. El Tribunal está en la planta
baja de un edificio nuevo y moderno, localizado en un área comercial. Al entrar al Tribunal
hay un salón amplio con bancos largos, cómodos y nuevos. El salón está muy bien iluminado con
muchas lamparas de tubos fluorescentes incrustadas en el techo acústico. .Es un área amplia,
limpia y recientemente pintada. Toda la planta baja del edificio tiene servicio de aire
acondicionado central. En el lado norte del salón existe una división de madera, muy bien
decorada, que tiene dos ventanillas. Detrás de una de las ventanillas está una empleada
del Tribunal cuyá función es proveer información a las personas sobre donde dirigirse
para atender el asunto que los ha traído a este lugar.
El policía Ángel Pérez llegó temprano y fue a hablar con la empleada del Tribunal y con varios
compañeros que al igual que él tenían casos para verse ante el juez en esa tarde.
“¿Cuál es el juez que está viendo casos hoy?”, preguntó Pérez a la joven.
“Hoy están Roberto Robles y el juez Pedro Gómez, dejame ver cual de ellos tiene tus casos”,
respondió la joven.
“Es el juez Robles, él salió a almorzar pero debe regresar en breve.”
“Muchas gracias, estaré por aquí cerca”, dijo Pérez.
En esos momentos van entrando al salón Carlos González y Luis López. Van donde la
empleada y le muestran la citación que el policía Pérez le entregó a Carlos el día del accidente.
“¿Señorita, nos puede decir en que sala se va a ver este caso?”, pregunta Luis extendiendo
la citación a la joven.
“Si señor”, responde la joven, “este caso lo verá el juez Robles en su oficina. El juez está
próximo a llegar. Tomen asiento que yo les avisaré cuando el juez llame su caso.
“Gracias, señorita”, dijo Carlos y ambos procedieron a tomar asiento.
Arturo Rivera llega apresurado al salón de espera. Mira por los alrededores buscando ver
algo con gesto de urgencia. “Ay, Señor, no da la vida para tantos problemas”, se dice a si
mismo. Se percata de la presencia de la empleada y va donde ella.
“Señorita, ha visto usted al policía Ángel Pérez por aquí recientemente.”
“Si señor; Pérez se encuentra por ese pasillo, posiblemente esté hablando con alguien por ahí.”
Al fijarse en el pasillo que le indicó la joven, Arturo ve a varias personas hablando en pequeños
grupos. Al acercarse ve al policía Pérez hablando con un compañero de trabajo. Se adelanta
hacia ellos y en un momento en que la conversación se interrumpe Arturo se adelanta hacia Pérez.
“Señor policía, con su permiso, yo soy Arturo Rivera; ¿ me permite hablar con usted ?”
“Atiendelo Pérez, que yo ya estoy de salida. Gracias por tu ayuda y no te olvides de pasar por
casa el sábado”, dijo el otro policía para luego alejarse.
Arturo se dirige al policía Pérez y le dice: “Buenas tardes, yo tengo un caso de un choque que
ocurrió en el Sector El Trampolín.”
“Si, me acuerdo de ti, tú eres primo de Miguel Díaz.”
“Si, yo soy. ¿Mi primo le habló de mí? preguntó Arturo.
“Si, me mencionó algo. ¿Cuál es tu situación?
“Mire policía, yo estoy pasando por una situación económica muy difícil. En casa el único que
trabajo soy yo y soy vendedor a comisión. En estos últimos meses las ventas han estado lentas
y las deudas se me están acumulando. Yo lo que deseo pedirle es a ver si usted intercede con él
juez para que los dos choferes seamos igualmente culpables del accidente y que cada cual arregle
los daños de su propio vehículo. Mi carro casi no sufrió daño alguno y la guagua escolar con
menos de doscientos cincuenta dolares se arregla y eso no es nada para una empresa como López
Transportation, quizás hasta el seguro lo paga”.
“Eso es cierto, pero tu sabes que tu fuiste negligente y causaste el accidente”, dijo Pérez.
“Si, señor, pero con tanto problema mi estado de animo en ese día hizo que me apresurara a
pasarle a la guagua para salir del tapón lo antes posible”.
“Bueno, en consideración a tu primo, yo le mencionaré algo al juez. Este juez es buena gente.
“Gracias, muchas gracias”, dijo Arturo.
“La oficina del juez Robles queda en el otro pasillo. Vamos para allá.”
El juez Roberto Robles es un hombre de unos 60 años de edad, grueso, de mediana estatura y
de carácter jovial y jocoso. Tenía fama de ser “buena gente” por su jovialidad y por ser moderado
en la imposición de sentencias. Su oficina consistía de dos secciones separadas por una pared. Al
entrar uno se encuentra en el área donde trabaja la secretaria del juez. Es un lugar cómodo, con
muebles nuevos, muy bonitos y acogedores. Las paredes están hermosamente decoradas y hay
muy buena iluminación.
El policía Pérez y Arturo entran a la oficina del juez y Pérez se dirige a la secretaria.
“¿Señorita, ya llegó el juez Robles?”
“Si, acaba de llegar”, responde ella.
“Si fuera posible quisiéramos hablar con él”, dijo Pérez.
“Voy a preguntarle, espere aquí”, contestó ella.
La secretaria consulta con el juez y le dice a Pérez: “pueden ustedes pasar”.
La oficina del juez es amplia y cómoda, el escritorio del juez es grande y en caoba tallada.
La oficina está completamente alfombrada, en las paredes hay dos pinturas originales de
estampas campestres en marcos de caoba, las sillas son acojinadas y muy cómodas. Él
policía Pérez y Arturo Rivera entran a la oficina y Pérez se dirige al juez.
“Buenas tardes, señor juez: ¿Cómo está usted?
“Muy bien Pérez, gracias. Tengo la diabetes bajo control y he rebajado algo y ¿cómo están
ustedes?”
“En casa, gracias a Dios, estamos bien” responde el policía. “Nuestro hijo mayor fue aceptado
en la Academia de la Policía y está muy contento, y nuestra hija termina la escuela superior este
año.”
“Magnifico, te felicito y me alegro mucho”, dice el juez, “¿y en que te puedo ayudar?
“Pues, señor juez, se trata de un caso de accidente entre un autobús escolar propiedad de López
Transportation Company y el auto de este señor que está conmigo”.
“Arturo Rivera, para servirle señoría.”
“Gracias; prosigue Pérez” dice el juez Robles.
“Pues este señor trató de pasarle a la guagua por el lado incorrecto y se produjo el choque. Los
daños fueron pocos y ninguna persona sufrió daño físico. Yo quisiera sugerir que ya que López
Transportation es una empresa grande le demos una ayuda a Arturo dejando que cada chofer
arregle los daños a su vehiculo”.
“Bueno, tratandose de ti vamos a ver que se puede hacer”; responde el juez. “Coteja con la
secretaria si la otra parte se encuentra presente y que ella me avise cuando estén todos.”
“Enseguida juez, muchas gracias.” dice Pérez
Varios minutos después la empleada que llama a las personas que están en la sala de espera
le informa a Luis y a Carlos que pueden pasar a la oficina del juez Robles. Al entrar en la
oficina del juez, luego de ser autorizados por la secretaria, encuentran a cinco personas:
el policía Pérez, Arturo Rivera, un alguacil del Tribunal, la secretaria y el juez Robles.
“Buenas tardes señores, yo soy el juez Robles. ¿Cual de ustedes es el chofer de la guagua
escolar?
“Yo, su señoría”; dijo Carlos.
“ ¿Y cual es la razón para su presencia aquí?” dice el juez dirigiendose a Luis.
“Luis López, señor juez, yo soy el representante del propietario de la guagua, López Transportation Company.
“En este caso el propietario de la guagua no tiene participación directa así que procedamos.
Policía Pérez cuentenos lo que usted investigó”, dice el juez.
“Señor juez”, dice el policía, “el 7 de mayo de este año en la carretera 49, Sector El Trampolín,
el carro Chevrolet que guiaba Arturo Rivera y la guagua escolar que guiaba Carlos González
chocaron. Ninguna persona murió, ni tampoco hubo heridos. Es una carretera recta con una
pendiente ascendiente en la dirección en que viajaban. Debido a obras de construcción que se
estaban realizando existía una reducción de carril. El señor Rivera intentó pasar entre la guagua
y el muro de concreto surgiendo el impacto. Rivera pasó incorrectamente y el señor González no
tomó provisión para evadir el choque.”
“De modo que el carro le pasaba al autobús” dijo el juez.
“¿Y usted señor González, no se percató de carro que venía?” preguntó el juez.
“Señor juez”, dijo Carlos, “varios carros me estaban pasando y yo también estaba prestando
atención a los carros que me pasaban correctamente por el lado izquierdo. El señor Rivera
me trató de pasar por el lado derecho en donde no existe carril.”
“Muy bien. En este caso ambas partes tienen responsabilidad. El señor Rivera por pasar mal
y el señor González por no ceder paso y evitar el impacto.”
“Que significa eso juez” dice Carlos.
“Que cada uno de ustedes arreglará su propio vehículo, si así lo desea hacer.”
“¿Y yo no puedo reclamarle a Rivera los daños al autobús ?” dijo Carlos.
“Si, lo puede hacer presentando una reclamación por daños y perjuicios, usted siempre tiene
ese recurso” dijo el juez Robles.
Luis López se adelanta hacia Carlos y le dice, “Vayámonos Carlos.”
“Buenas tardes” dice Luis y se retiran.
Fuera de la oficina del juez, cuando caminan hacia el automóvil Carlos pregunta, “¿Entonces
en que quedó esto Luis?”
“Pues el juez decidió que ambos fueron culpables del accidente y por lo tanto cada cual que
arregle lo suyo.”
“Y eso que dijo de reclamar daños?”
“Dile eso a Tío Jacobo y veras como le da un ataque de nervios, nos saldría mas cara la salsa
que el pollo. Tu te imaginas cuanto cuesta llevar un caso a corte y luego por una reparación de
doscientos dolares. Olvida eso, el decir eso fue una falta de respeto del juez hacia nosotros.”
dijo Luis.
“¿Entonces Don Jacobo me cobrará la reparación a mi?
“ No te preocupes, Tío Jacobo sabe mas que eso, Posiblemente te comentará algo, pero el sabe
que tu eres un buen trabajador, cumplidor y respetuoso, y no creo que te exija ese pago.”
“ Pero fijate Luis como los policías y los jueces hacen injusticia. Eso les hace daño a ellos
mismos porque uno empieza a desconfiar de ellos y ya no les tiene el mismo respeto que antes.”
FIN.
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